Friday, March 23, 2007

Frases RE-Loaded I (Unas kafkianas)




Las frases siempre vuelven a nosotros. A esas gavetas que parecen un cementerio vertical de epígrafes. De voces que alguna vez la pronunciaron o palabras crucificadas en el papel como bien lo afirmaba Franz Kafka. He aquí una frase, o un fragmento de sus diarios, libros que me obsequió una persona de la que he aprendido y aprehendido mucho, que si lee esto, sabrá que hablo de ella. La primera vez que mandé este correo fue el 07.06.2006. Ni idea tenía de los blogs para aquel entonces. Tal vez hasta los confundía con páginas webs. He aquí la disección del diario Kafka.

Unas Kafkianas

Apreciados amigos...
En esta ocasión os mando unos fragmentos del diario de Franz Kafka, precisamente del primer tomo que abarca desde 1910 hasta 1913. Estos fragmentos escritos hace casi ya cien años parecen haber sido tallados no en hojas sueltas ni a pluma en una página en blanco de algún libro terminado de leer por Franz Kafka. Estos fragmentos, algunos de los tantos que me atraparon, parecen haber sido escritos en el tiempo, material en el que difícilmente se borran las palabras y permanecen inagotables, como estatuas infinitas, como estatuas que quieren dar a conocer su mensaje hasta el inifinito...Un abrazo a todos.

Cuando la desesperación es definida, tan unida a su objeto, tan concentrada en sí misma como la de un soldado que cubre la retirada y por cubrirla se deja hacer pedazos, entonces no es la verdadera desesperación. La verdadera desesperación llega inmediatamente y en todos los casos más allá de su meta, (al trazar esta coma se hizo evidente que sólo la primera frase era cierta). ¿Estás desesperado? ¿Sí? ¿Estás desesperado? ¿Huyes? ¿Quieres esconderte? Cuando reflexiono, debo confesar que mi educación me ha dañado en muchos sentidos. Sin embargo, no me crié en un lugar apartado, en una ruina, digamos, en medio de las montañas; alguna circunstancia que pudiera justificar una sola palabra de reproche. Aun corriendo el riesgo de que ni uno solo de mis antiguos maestros me comprenda, diré que lo que más habría preferido es justamente haber sido ese
pequeño habitante de las ruinas, tostado por el sol que a través de ellas brillaba para mí, sobre la hiedra tibia, aunque aunque debilitado al principio por el peso de mis buenas cualidades, que crecían en mí con el vigor de la maleza.

Cuando reflexiono, debo confesar que mi educación me ha dañado en muchos sentidos. Este reproche alcanza a una cantidad de personas; es decir, a mis padres, a algunos parientes, a algunas personas que visitaban regularmente nuestra casa, a diversos escritores, a cierta cocinera que durante un año me acompañó a la escuela, a una multitud de maestros (me veo obligado a agruparlos estrechamente en el recuerdo, porque si no, siempre se me caería alguno; pero como los he comprimido tanto, la masa entera se me desmorona poco a poco), a un inspector escolar, a lentos peatones que pasaban a mi lado; en fin, este reproche se insinúa a través de toda la sociedad como un puñal, y nadie, lo repito, nadie puede por desgracia estar seguro de que la punta de ese puñal no se le aparecerá de pronto por delante.

27 de noviembre

Por detrás o por el flanco. No quiero oír ninguna contradicción a este reproche, porque ya he oído demasiadas, y como en general he sido refutado por la mayor parte de los que me contradecían, incluyo esas contradicciones en mi reproche y declaro ahora que mi educación y esas refutaciones me dañado en muchos sentidos.

A menudo reflexiono, y siempre debo reconocer que mi educación me ha perjudicado bastante en muchos sentidos. Este reproche se dirige a una cantidad de personas; en efecto, las veo a todas juntas, y como en esas viejas fotografías en grupo, no saben qué hacer, no se les ocurre siquiera bajar la mirada, y están con tanta expectativa que ni se atreven a reírse. Son mis padres, algunos parientes, algunos profesores, cierta cocinera, algunas muchachas de la escuela de bailes, algunas personas que solían visitar nuestra casa durante mi infancia, algunos escritores, un maestro de natación, un boletero, un inspector escolar, ciertas personas que sólo encontraré una vez en la calle, y otros que francamente no puedo recordar, y ésos que no recordaré nunca más en mi vida, y finalmente aquellos cuya instrucción me pasó totalmente desapercibida en ese momento, porque me encontraba un poco distraído; en fin, son tantos, que me cuesta trabajo no nombrar dos veces al mismo. Y hacia todos dirijo mi reproche, los presento entre sí de esta manera; pero no tolero ninguna contradicción. Porque para decir verdad he soportado ya bastantes contradicciones, y como en su mayoría me han refutado, no puedo hacer otra cosa que incluir también esas impugnaciones en mi reproche, y decir que aparte de mi educación también esas impugnaciones me han sido perjudiciales en muchos sentidos.

Franz Kafka. Diarios 1910-1013.

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